Los grandes almacenes fueron precursores de muchas cosas
Su origen fue resultado de la revolución comercial e industrial, y provocó profundos cambios sociales. Con un único objetivo, vender, la potencial clientela estaba clara: las mujeres. Sobre todo las más adineradas y ociosas. Cada estrategia comercial debía alargar la permanencia de la mujer en el lugar de compra y, para ello, hubo incluso que transgredir, siempre bajo la atenta mirada de la decencia, las costumbres burguesas y victorianas.
Desdibujaron los cercos del deseo material y los ampliaron: esa es la clave, origen y finalidad de este lugar de exquisitez y seducción. La experiencia de la posesión del objeto, tras haberlo visto, tocado, olido e incluso probado, era demasiado sugerente e irresistible como para evitar finalmente comprarlo, máxime cuando el precio era perfectamente asequible.
Comprendieron que era necesario lo que ahora se denomina storytelling, el relato que presentaba los grandes almacenes como un lugar seguro, decente y elegante. Un segundo hogar, donde todos los sueños podían hacerse realidad casi de forma mágica. Y también el storytelling de la propia clienta, que llega allí decidida a poder satisfacer sus deseos, creados por el mismo lugar que se los proporcionaría.
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El deseo y la sensualidad como motor de ventas
Su origen fue resultado de la revolución comercial e industrial, y provocó profundos cambios sociales. Con un único objetivo, vender, la potencial clientela estaba clara: las mujeres. Sobre todo las más adineradas y ociosas. Cada estrategia comercial debía alargar la permanencia de la mujer en el lugar de compra y, para ello, hubo incluso que transgredir, siempre bajo la atenta mirada de la decencia, las costumbres burguesas y victorianas.
Lugar de promiscuidad

Las mujeres burguesas no salían solas de casa y, si lo hacían, era para hacer visitas, pequeñas compras, ir a misa, hacer obras de caridad y actividades controladas por la rígida moral.
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